• Entrega Gobernador Premio al Policía del Año

    Entrega Gobernador Premio al Policía del Año

    El oficial Rogelio Trejo Ramírez, adscrito a la Policía Estatal, fue galardonado en la XV edición del Premio al Policía del Año, una iniciativa que refleja el compromiso de la sociedad queretana con quienes desempeñan su labor con entrega total para proteger y garantizar la tranquilidad de Querétaro. Durante la ceremonia de premiación, el gobernador…

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    El oficial Rogelio Trejo Ramírez, adscrito a la Policía Estatal, fue galardonado en la XV edición del Premio al Policía del Año, una iniciativa que refleja el compromiso de la sociedad queretana con quienes desempeñan…

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    El oficial Rogelio Trejo Ramírez, adscrito a la Policía Estatal, fue galardonado en la XV edición del Premio al Policía del Año, una iniciativa que refleja el compromiso de la sociedad queretana con quienes desempeñan…

Heidy Wagner Laclette

• Rituales ancestrales para atraer la lluvia

Las sequías históricamente afectan a gran parte del país. Debido a esto, en distintos pueblos y comunidades, desde la antigüedad se lleva a cabo la fiesta en honor de San Isidro Labrador, ceremonia ancestral que da inicio a finales de abril y concluye el 15 de mayo.

Por otra parte, en diversas comunidades indígenas mexicanas, el llamado a la lluvia es una parte esencial del ciclo de dar a la Tierra para recibir buenas cosechas. La vida es un constante balance entre dar y recibir.

Por ello, la ciencia de pronosticar el clima data oficialmente desde el siglo XIX. Sin embargo, indígenas del siglo XVI ya se dedicaban al augurio y control del clima. Estos hombres eran llamados graniceros, ritualistas del rayo, sacerdotes o hechiceros. Sus rituales eran usados principalmente para el bien común, peticiones pluviales; rituales agrícolas o la curación chamánica.

Los graniceros pueden rastrearse hasta la época de los mexicas. Este grupo indígena tenía un cuerpo sacerdotal que estaba dedicado al culto a Tláloc con la intención de obtener buen clima para la siembra.

El antropólogo Aguirre Beltrán nos habla del Gran Nahual, también llamado nahualli, un hechicero que conjugaba la ciencia y las artes para provocar la lluvia, desviar el granizo y metamorfosearse en animal.

La prueba más contundente de la existencia de los graniceros en la época prehispánica surge de Fray Bernardino de Shagún, quien habló de ellos en su Historia general de las cosas de Nueva España:

“Las nubes espesas, cuando se veían encima de las sierras altas, decían que ya venían los Tlaloque, […] que era señal de granizos, los cuales venían a destruir las sementeras […]. Y para que no viniese el dicho daño en los maizales, andaban unos hechiceros que llamaba teciuhtlazque, que es casi estorbadores de granizos; los cuales decían que sabían cierta arte o encantamiento para quitar los granizos, o que no empeciesen los maizales, y para enviarlos a las partes de- siertas, y no sembradas, ni cultivadas, o a los lugares donde no hay sementeras ningunas”

Sin embargo, estas ceremonias trascienden en el tiempo, al grado que recientemente se llevó a cabo un ritual a cargo de miembros de pueblos originarios de México para pedir a Tláloc, Dios de la lluvia, ahí más de un centenar de integrantes de las etnias –entre ellas — la otomí, ejecutaron danzas llenas de misticismo para atraer la lluvia.

En este sentido, el pueblo otomí-chichimeca, asentado en la zona semidesértica del Estado de Querétaro, particularmente en Tolimán, Ezequiel Montes y Cadereyta, ha conservado un conjunto de tradiciones que son testimonio de su relación excepcional con la topografía y el medio ambiente circundantes.

Su entorno cultural está presidido por el triángulo simbólico que forman la Peña de Bernal y los cerros del Zamorano y el Frontón. Todos los años, los otomí-chichimecas se congregan para ir en peregrinación a estas elevaciones sagradas llevando cruces milagrosas, a fin de impetrar la lluvia y la protección divina, venerar a sus antepasados y exaltar la identidad y continuidad de su comunidad.

A lo largo de todo el año tienen lugar otras festividades comunitarias que constituyen todo un calendario de celebraciones de ritos centrados en el agua –un elemento sumamente escaso debido al clima de la región– y que exaltan la capacidad de resistencia del pueblo otomí-chichimeca.

La celebración de los ritos suele efectuarse en capillas familiares privadas consagradas al culto de los antepasados, o se manifiesta con la elevación de los chimales –imponentes estructuras temporales construidas con carrizo y recubiertas de plantas silvestres– que son ofrendas y símbolos de la resistencia, la vitalidad y sentimiento identitario de la comunidad. El vínculo entre la cultura espiritual y el espacio físico ejerce una influencia en el arte de la región –en particular en las imágenes religiosas, las pinturas murales, las danzas y la música– y las costumbres que encarnan ese vínculo son componentes esenciales de la identidad cultural de la comunidad.

Para concluir, hagamos un viaje hasta nuestra infancia: ¿Quién no ha cantado ¿Que llueva, que llueva la Virgen de la Cueva?. Se trata de una de las canciones infantiles más populares pero, ¿sabemos su origen?

Cuenta la tradición que esta popular canción tiene su origen en el Santuario de la Cueva Santa de Altura, a pocos kilómetros de Segorbe, España. A la Cueva Santa, a la Blanca Paloma, se dirigieron los agricultores de la zona hacer rogativas a la Virgen ante la sequía general que sufría la comunidad en 1726, poniendo en peligro las cosechas.

Según las crónicas de la época, se trasladó a la Virgen y los labradores de pueblos de alrededor diciendo: “no plourà fins que no inca la palometa», como se la conocía cariñosamente a la Virgen de la Cueva Santa.

La historia cuenta que el 27 de febrero, tras dirigirse a la Virgen de la Cueva Santa, amaneció lloviendo y nevando. Y así continuaría una semana después, cuando todos los huertos se llenaron.

No en vano, la Virgen de la Cueva Santa es la patrona de los espeleólogos y del agua. Algo similar sucede en Querétaro, desde la antigüedad, se acostumbra participar en peregrinaciones en honor de la Santísima Virgen del Pueblito y la Santísima Virgen de los Dolores para pedir por el buen temporal.

Los Derechos de los niños ¿Dónde están?
Por Lorena Reséndiz Mendoza.
Los Derechos del niño buscan, sobre todo proporcionar lo necesario para satisfacer las necesidades esenciales para lograr un correcto desarrollo de la infancia, el acceso a una alimentación apropiada, cuidado y atención necesaria, educación y seguridad. Los niños, en la antigüedad no contaban con ningún tipo de protección, de hecho, en la Edad Media, los niños se consideraban como adultos, es en Francia, a mediados del siglo XIX, surge la idea de proteger a los menores, por ello, en 1841 se protegen a los niños trabajadores y para 1881 las leyes francesas garantizaron el derecho de los niños a la educación.
En 1924, La Liga de las Naciones aprueba la Declaración de los Derechos del Niño, llamada también la Declaración de Ginebra, primer Tratado Internacional sobre los Derechos de los Niños, debido a la segunda guerra mundial miles de niños quedaron en una situación desesperada, para eso, en 1947 se crea el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y para 1953 alcanza una dimensión internacional. Pero después de analizar el contexto histórico, volvamos los ojos nuestro país, Los Derechos de los Niños están garantizados en la Constitución, pero tal parece que la Constitución está hecha a conveniencia de quienes se encargan de trasgredir los derechos de los niños.
¿Qué se hace con esos padres que, en la calle, exponen a sus hijos al enviarlos a pedir limosna? a realizar acrobacias en los semáforos, aquellos que no asisten a la escuela, los que no tienen identidad, los que son maltratados, abandonados, abusados sexualmente esos pequeños que no son vistos como personas, aquellos cuyos padres consideran que son de su propiedad y pueden hacer con ellos todo lo que quieran. Los adultos son los responsables de la crianza de los niños, satisfacer sus necesidades, cuando esto no es posible, corresponde al Estado como principal garante de derechos, buscar las alternativas que tengan en cuenta el interés superior del niño.
¿Qué me lleva a hablar ahora de este tema? Soy docente en una escuela primaria, esta semana tres de mis alumnos, a cargo de los abuelos sufren la pérdida del abuelo a quien consideraban su papá, su futuro es incierto, la escuela era su guardia y custodia, a pesar de haber cursado un mínimo de escolaridad, por edad se asignaron a un grado escolar, a pesar de tener todo en contra, aprendieron a leer, a escribir y sobre todo a tener alimentos, cuidado, amor, atención y educación, otro pequeño, miembro de esta familia no acude a la escuela porque no está registrado, no cuenta con un acta de nacimiento y se ha buscado la forma de que los abuelos hagan este trámite, ninguna autoridad hasta ahora ha brindado el apoyo, otra niña, la mayor de ellos, prefirió no asistir a la escuela, su mamá (abuela) es invidente, con una enfermedad terminal, los padres de estos niños con problemas de adicciones, al faltar el responsable de llevarlos a la escuela ya no está, ¿Qué pasará ahora con ellos?.
Muchas personas dicen que se hable al DIF, pero quizá hable de más, esta institución hace muy poco o nada con los niños que llevan a los albergues, los separarían como hermanos y para quienes se encargan de esta flamante institución de gobierno lo único que hacen es muy poco o nada, lo sé por experiencia, con conocimiento de causa. Al visitar a estos pequeños buscando llevar un apoyo, pude darme cuenta de la terrible realidad en la que viven, la calidad de vida que les tocó desde su nacimiento, pobreza extrema, abandono, indolencia, desnutrición, falta de vivienda, de agua potable, luz, enfermedades y una total indiferencia de las autoridades, así como de los progenitores.
Me han dicho que no puedo cambiar el mundo, que es lo que les tocó vivir y no estoy de acuerdo, haré lo que me toca hacer, hacer del mundo de mis alumnos algo mejor, tocaré puertas, me han cerrado muchas sin embargo seguiré insistiendo, no sé si logre hacer algo por estos niños que piden a gritos un poco de amor, de apoyo, de atención, decirle a México que existen, que están aquí. La amenaza latente es que ya no asistan a la escuela, que los separen como hermanos y que crean que la sociedad es injusta, que no le importan a nadie. Ayer cuando vi las condiciones en las que viven, dónde estaba el féretro, no supe que decir, solo llorar, a la hora de comer, no encontré sabor a mi comida, duele, duele mucho ver como para estos pequeños no hay nada, nadie hace nada, las autoridades a las que he pedido ayuda me piden demasiados temas burocráticos y mis mismas autoridades educativas me dicen que solo me dedique a lo pedagógico, soy maestra, no benefactora ni bienhechora, que me limite solo a mi trabajo y no puedo, volveré a tocar puertas, a mandar oficios, algo se tendrá que hacer para darles a estos niños lo que por ley les corresponde. Fallar a los niños está dejando un costo inmenso a la sociedad